Año del Señor, 2048. (ciencia ficción)



No soy el único que vive aislado.
Mi situación actual es el producto de las vivencias y decisiones de mi abuelo y mis padres en el conflicto desatado en el 2019.
Ya han pasado 29 años, que decir se hace fácil, pero ya tengo 38 vividos y desde los 9 que me aislaron ellos, los gobernantes ineptos del mundo.
No es mi cometido escribir la historia fresca de lo que ocurrió, solo daré unos cuantos datos para situar mi memoria y así relatar cómo vivo hoy.
En el 2017 comenzaron los tímidos ataques yiddahistas en España.
Catalunya buscaba su independencia, la que consiguió a comienzos del 2018, luego de las escaramuzas de cuatro militares ultraderechistas que querían a todo coste una página en la historia.

El primer ataque fundamentalista llegó en las vísperas de  la ansiada libertad catalana, en una de las ciudades industriales de la periferia de la provincia de Barcelona, una tarde que se mostraba completamente apacible y el clima era beneficioso para dar un paseo por las plazas y los recreos de la ciudad. Pésima idea la de aquellos que se dejaron llevar por esa pacífica invitación, a las 5 de la tarde, cuando el ir y venir de madres, abuelos y padres era notable por la salida de los escolares, un camión robado una hora antes a una empresa de distribución de paquetería, irrumpió en plena zona céntrica y arrolló a cuanto ser vivo estaba a su alcance, para incrustarse en la fachada de una reconocida tienda de ropa, y explotando sus casi 200 kilogramos de dinamita y metralla de acero. El compartimento de carga se abrió como una granada madura y expulsó millones de esquirlas que regaron muerte y sangre en un radio de 150 metros. Muchos niños y adolescentes fueron las víctimas, además de las mujeres y hombres que se encontraban en la zona cero del desastre.
Yo aún no vivía con mi abuelo, fue recién en al año siguiente que fui a visitarle con mis padres y debido a las leyes que se impusieron de una noche al día, ya no pudimos regresar a nuestro hogar.
Ese fue el inicio de la enajenación humana, luego estallaría en una guerra sin igual en la historia de la especie.

No fueron soldados entrenados, no hubo bases militares estratégicamente distribuidas o amenazantes navíos que apuntaban al enemigo; no había en realidad un contrario que estuviese atrincherado, o que tuviese una base de operaciones. Cada casa, mezquita, bar de concurrencia árabe musulmana, cada negocio conducido por inmigrantes de Irak, Iran, Pakistán, Turquía, era un reducto enemigo y la población en un estado de histeria enloquecedora, tomó las armas y la justicia por mano propia. Todos aquellos que por educación ancestral, fe tergiversada, imitación, consecuencias ambientales o por simple ira contenida que no tenían cómo canalizar, salieron a la calle con el fin de matar a cuanto moro, musulmán, árabe, iraquí, turco o paquistaní encontraran en su paso. La anarquía se apoderó de las principales ciudades y fue una pandemia que los estrategas sabían que podía ocurrir, pero que no frenaron a tiempo.
Una clase política endeble, incapaz de tomar resoluciones inmediatas, permitió que el caos se extendiera por todo el sur de Europa, pronto Italia, Grecia y Portugal entraron en el juego del estado sin control. El siguiente fue el Reino Unido. Los conatos violentos en Bélgica dejaron centenares de vidas tronchadas.
Las familias se armaron y el enfrentamiento era diario en las calles de cualquier punto de estas naciones. Poco o nada pudieron hacer Francia y Alemania para conseguir retornar la paz social, la irritación era demasiada y la islamofobia prendió como la pólvora seca. No importaba el género, la edad, si profesaba o no el Islam, de la guerra santa se pasó a una contienda de ideales con los instintos más bajos imaginados. La tortura seguida de la muerte era la suerte de quién caía en manos de uno u otro bando.
A fines del 2018, se vivía entre barricadas y sangre derramada por ambos lados. La locura de una guerra civil extendida a varios países era incontrolable y de difícil solución. Las Comisiones políticas y eclesiásticas se reunían todos los días para tratar el mismo y recurrente tema, pero nadie quería dar su voto a una idea que sobrevolaba a todos los Europeos y gran parte de las naciones circundantes.
La instauración de un régimen de control ciudadano completo que determinara si tal o cual, eran peligrosos antes que se radicalizaran, o cometieran atentados y enfrentamientos armados.
La presión social era tremenda y como es dable, fueron los menos previsores, los más débiles, los desprotegidos y mal conducidos, las víctimas propiciatorias. Los alimentos racionados al extremo, el agua potable inaccesible si no contabas con dinero o bienes para adquirirla, los medicamentos confinados en las farmacéuticas multinacionales, los centros de salud saturados hasta lo imposible, la banca local y nacional en quiebra absoluta, la escases de combustible en todos los órdenes, las vías de comunicación destrozadas e inhabilitadas por los bombardeos inútiles, los comercios inexistentes, las fuerzas de seguridad en aniquilación, los líderes escondidos en búnkeres y aislados, todo contribuyó a que la masa humana que combatía a un enemigo esquivo, presentara el pedido sin dar un paso atrás, en la implementación de un gobierno centralizado, único, que decidiera por todos y que aplicara las leyes del modo más estricto y perverso hacia las libertades individuales. Nada en la historia era similar a lo que ocurría. No había referentes válidos que respondiese a un patrón definido, toda acción se improvisaba.

Vox populi, voz deus, dice la sentencia en latín.
Los gobernantes no tuvieron más que aceptar lo que el pueblo exigía, un control absoluto de toda persona dentro del espacio europeo y colindante.
Se estableció una identificación obligatoria de cada uno de los habitantes de Europa, sobre los que caería el peso de perder sus derechos individuales de libertad de acción y una fase de exterminio quirúrgico, una purga continental que sacaría el mal de la convivencia con el pueblo.
Así fue; se implementó el E.I.M.S. (Sistema de Monitoreo Individual Europeo) en coordinación con uno similar, que se puso en marcha en el continente americano y oceánico. Naciones como Vietnam, Corea del Norte, China, se negaron a este método de castración de la libertad personal y diseñaron sus propios sistemas de seguimiento, los que no diferían en casi nada de los europeos.
Del método hacía un tiempo que se decía de su implementación, un bio chip de identidad que se implantaba en la médula y que monitoreaba al portador de todos sus movimientos, conversaciones, temas que trataba, relaciones que entablaba, negocios que hacía, horas de trabajo productivo, horas de ocio improductivo, fertilidad, relaciones sexuales, interacción con el entorno inmediato cercano y lejano; el ser humano perdió por propia convicción, todas las pocas libertades de las que gozaba, y fue él el que exigió esta medida extrema para recuperar la paz y controlar a los fundamentalistas. Desde el espacio se armaron con rapidez una docena de plataformas de seguimiento humano. En órbitas geo estacionarias enviaban datos constantemente a una red de superordenadores distribuidos en el planeta, si se te escapaba un gas intestinal, ellos lo detectaban e informaban; y no es fantasía de la conspiranoicas sociedades ni de futuristas que alucinaban, era realidad pura y dura.

El miedo que el ser humano ganó, le llenó de incertezas y focalizó su interés solo en el enemigo que mataba sin avisar dónde ni cuándo. El mundo se dividió en tres grandes zonas, la cristiana-oriental, la americana-oceánica y la medioriental-musulmán; esta última aceptando la convivencia de fundamentalistas con los pacifistas seguidores del auténtico Corán. Pero la confrontación fue entre las dos primeras con la tercera, un bloque aliado contra un adversario diseminado e infiltrado en los territorios infieles. Todo quedó supeditado a las consecuencias de los ataques furtivos y sus represalias.
De algo que no se hablaba, ni ahora se lo hace, es de las supuestas intervenciones de entes extraterrenos, eso quedó olvidado en las fábulas de entretenimiento o en los juegos de Emocional Virtual, dónde se escapan a combatir con alienígenas deformes. La tecnología avanzó a grandes pasos en el control humano y las armas, dos grandes negocios para los avispados inversores de siempre.
La guerra nunca declarada tuvo sus últimos estertores tras el lanzamiento de una docena de misiles nucleares sobre los emplazamientos claves del fundamentalismo. Esta acción precipitó al gobierno central a un estado de deliberación en el que el pueblo tomó participación directa.
El mundo sigue tal cómo antes, dominado por una élite de familias todopoderosas, que han sumado el sometimiento deseado por la masa de habitantes; con una paz supuesta, sus ganancias sobrepasan lo imaginable hace treinta años.
Desde aquí veo que el próximo enemigo que se inventará estará bajo tierra, hay sutiles indicios que el gobierno central da pasos hacia el interior de la superficie con el pretexto de acabar con invisibles grupos extremistas. Una vieja estrategia de distracción que siempre ha dado algún respiro a las presiones populares.
La frase en latín que me enseñara el abuelo sigue en vigencia, Homni hominis lupus, el hombre es el lobo del hombre dicho muchos siglos atrás en Roma, nada ha cambiado bajo el sol, Nihil novum sub sole.
En el 2018 y atrapados por las primeras leyes de cierre total de fronteras, mi abuelo junto a su mujer e hijo, mis padres y mi hermana, salimos de la ciudad y nos dirigimos a un pueblecito de veinte habitantes que tenían entre 60 y 90 años, no había un solo joven. Enclavado en plena montaña pasaba desapercibido hasta en los mapas. Se le tenía como un lugar deshabitado por completo. Fue el refugio ideal en esos momentos.

El pueblo tenía su escuela cerrada, una biblioteca antiquísima, un ayuntamiento inútil y dos comercios que regenteaban los de 60 años. Cada uno tenía su huerta y algún animal casi tan viejos como ellos, con lo que se sustentaban y algún lejano vecino que les alcanzaba en secreto, los artículos de primera necesidad, a cambio de hortalizas, leche, quesos y embutidos que aun producían.
Nos ubicamos en una vivienda muy cómoda deshabitada hacía unos 10 años, allí recomenzamos a vivir, las artes manuales de mi abuelo, la de mi padre para la construcción y la ebanistería, las habilidades en cocina y literatura de mi abuela, los estudios de mi madre como abogada y los de mi padre como paramédico, fueron diamantes que hubo que cuidar muy bien, apreciados por los vecinos y benéficos en nuestra enseñanza que no cejó hasta que todos los conocimientos fueron trasladados. Todo lo que sabían ellos se encargaron de enseñarlo para nuestro porvenir.

Mi abuelo siempre me decía que cuidara del mayor don que tenía, mi curiosidad; y a mi hermana le aconsejaba que no dejara que nada le quitara su humor, que en un futuro cercano sería más valioso que el dinero. No se equivocó en nada, mi habilidad nos dio las posibilidades de hallar minerales, maderas, colonias de abejas para miel, mientras que mi hermana mantuvo el ambiente alegre para que la depresión del aislamiento no hiciese mella en ninguno.
Hoy y aquí quedamos mi abuela, mi hermana y mis padres, mi nombre es Juan Ignacio, el apellido lo reservo para mis anales personales. El abuelo hace 18 años que murió. Y le extraño mucho a pesar del tiempo pasado, sobre todo cuando salgo por las mañanas a observar si hay indicios de extranjeros o de algún grupo de aislados como nosotros. El pueblo lo dejamos cuando cumplí los 28 años, hace 10; ese mismo día de octubre un par de naves que habían recibido el aviso de haber hallado a indocumentados aislados (AI), tal el apelativo con que se conocían a los que no aceptaron las órdenes del implante medular, y se refugiaron en zonas alejadas de los centros urbanos, sobrevolaron el poblado realizando maniobras de reconocimiento para una eventual inspección por tierra. Esta zona y otras similares son conocidas como oscuras, porque los satélites y plataformas de vigilancia humana, no detectan personas por las anomalías magnéticas propias de la Tierra. El abuelo decía que la Madre Naturaleza nos ha protegido del depredador de sí mismo, en que se convirtió al fin el ser humano.
Tras dejar el pueblo por inseguro, nos situamos en unas cuevas naturales, muy amplias y estables, que se encuentran en la cara norte de un desfiladero, formado por dos montañas, un lugar sumamente estrecho y al abrigo de todo lo que se invente para encontrarnos.
El sitio nos fue revelado por uno de los pastores viejos del pueblo, él sabía de estos parajes inaccesibles y cuando las naves aparecieron haciendo el reconocimiento, fue él el que le dio a mi padre esta ubicación.
Aquí nos mudamos y fuimos acondicionando una de las cavernas hasta lograr una vivienda acomodada a nuestras costumbres, otra lindante la utilizamos para el taller, la huerta hidropónica, almacenaje de armas y comestibles, el generador de electricidad y las herramientas.
Antes de salir del poblado, llegó una familia de cuatro integrantes, los padres ancianos ya con dos hijos, una mujer y un muchacho de edades cercanas a las de mi hermana y la mía. Las alternativas de hallar alguien del sexo opuesto eran demasiado remotas, y al cabo de un tiempo formamos dos parejas. Para cuando nos mudamos, los padres de ellos fallecieron con diferencia de meses y no llegaron a habitar las cavernas.


El gobierno central del 2019 a 2021 no conformó a la población y fueron a nuevas votaciones, complejas y controvertidas. El feminismo enarbolando la bandera de un patriarcado irresoluto y demasiado belicoso, intentó hacerse del poder, pero la masa votante eligió un camino insólito, atrevido y desconocido hasta ese momento. El coste del bombardeo nuclear fue determinante para su definitiva caída popular.
Un grupo de asexuados, andróginos, se presentaron como una alternativa equilibradora de las potencias de género; ganaron espacio en poco tiempo y se hicieron del poder con un discurso que conformaba a los que tibiamente apoyaban a uno u otro. Era la tercera vía inimaginable.
Desde ese momento el P.3.W. (Party of the 3º Way) son los que dictan las leyes a seguir y la justicia, pero no todo es ecuanimidad, ni armonía, el vedetismo tan aborrecido por el pueblo esta vez se instaló con la fuerza del espectáculo circense y de notoria exposición, bastardeando el concepto ancestral del líder ejemplar al que seguir e imitar. La juventud ante el libertinaje gubernamental, aprovechó para relajar sus ambiciones y expectativas de mejora o evolución. Son sus más fieles seguidores.

Las persecuciones a los que se consideraban diferentes por no estar bajo el control central, aumentaron en número y eficacia, fueron aprendiendo de sus errores y pronto el sistema anti-anárquico se volvió déspota y sanguinario.
Había que mantener en vigencia la otra vieja frase latina: Panem et circenses.
Las vidas poco íntimas de los gobernantes fueron la comidilla de los habitantes y les llevó inexorablemente a repudiar todo lo que antes se concebía como cultural y excelente. Los libros fueron dejados en el olvido, las emociones pasaron a ser prefabricadas y coherentes con la mediocridad que crecía a un ritmo acelerado. Tanto fue así, que las nuevas generaciones se encontraron con idiotas que proclamaban la abolición de la educación y la vuelta al oscurantismo medieval.
La ley del menor esfuerzo sepultó a la del trabajo dignificante.
El modelo a seguir era el de un ser humano hedonista, ignorante, parasito social y con el nuevo paradigma de “hacer lo que venga en ganas siempre que no dañes a nadie.”, la vieja escuela Wicca aggiornada se revindicaba para esta nueva dimensión que apunta a la degradación que hará tocar el fondo más profundo, del que sinceramente no creo que vuelvan a salir.
Los AI somos pocos para imponer un orden diferente, estamos separados por distancias grandes, no formamos grupos más allá de la familia y esto puede acarrear una extinción irremediable. La desconfianza es el fundamento de la existencia que llevamos, y la territorialidad es un bien que no se va a dejar por el momento. Si no llega a haber un acercamiento, muy difícilmente podamos reproducirnos y evolucionar, soy consciente de este estado de estancamiento de los últimos que mantenemos viva las viejas enseñanzas. No somos un pueblo, ni siquiera una potencial amenaza para ellos, los abducidos por el régimen totalitario; y lo saben bien, han percibido que si motivan dicha desconfianza (y lo hacen con simuladores de AI falsos) no tardaremos en ser una historia que jamás volverá a contarse. Será nuestro fin.
Sin embargo hubo algo que el abuelo vio, la posibilidad remota de bucear en el interior del espíritu humano, y procurar que la introspección profunda provoque el entendimiento superior evolucionado, y que ello rompa con la extrema suspicacia. Pero decía que solo sí todos se involucraban sin excepción, se lograría la necesaria unión de los aislados.
Sin embargo eso tenía un riesgo muy alto, que los menos preparados volviesen sus anhelos a la formación de una fe y una norma, que tendría por resultado una religión. Esto es indeseable para fundamentar el movimiento, pues para cumplir con esas leyes habría que formularlas y renacería el ansia de poder que ha corrompido todo el sistema, no nos alejaríamos de lo que nos llevó hasta aquí. Seríamos una versión más del mundo que despreciamos.
En nuestras largas conversaciones, él decía que la creencia en un dios era evitable, no así que el ser humano abandonara en un par de generaciones su manía de buscar sostén en lo inasible, a pesar que lo que buscaba estaba en él mismo. Era necesario el viaje interior dónde hallaría a ese ser superior que le protegía, le bendecía y que había sido el creador de todo. Era una extraña teoría con un poco de cada lado y mucho de reflexión personal.
En una ocasión me contó una experiencia que supo tener mientras meditaba junto al mar. Fue la piedra con la que cimenté mí filosofía. Me dijo:
“Estaba en un lugar que elegí para meditar en aquellos días en que vivía a orillas del mar. La tranquilidad de las aguas competían con la furia interna de mí ser, necesitaba adentrarme y explorar ese universo desconocido.
Busqué una posición cómoda, aún estando sentado sobre la roca. Cerré los ojos y comencé a respirar, con el mismo ritmo que el de las olas que rompían a escasos dos metros de dónde me hallaba. Puse la mente en blanco; en un principio las expectativas de lo que encontraría jugaba en contra, fue cuando comprendí que aquello de tener vacía la mente, no abarcaba solo que no pensara, sino que debía dirigirme a mis cerebros, los tres que conocía; en la cabeza,  corazón y tripas. Las emociones como la esperanza o la especulación debían desaparecer; también aquellas que corresponden a lo material y al mismo organismo. Dejé que los movimientos involuntarios siguieran haciendo su tarea de mantener la vida, mientras me dedicaba a dominar la voluntad alejándola del control que está acostumbrada a ejercer, sobre todo respecto al cuerpo y el entorno inmediato. El sonido del mar debía ser lo único que asimilara hasta que el ritmo se lograra, allí dejaría de depender de todo lo externo.
Con paciencia y anulando el ansia que nos ata al tiempo y lo hace dueño de las acciones, comencé la exploración.
Fue niebla en un comienzo que se disipó de a poco para dejar a mi vista un paisaje completamente diferente al que me rodeaba; estaba en tierra firme, el mar era solo un curso de agua que no tenía comienzo ni final. Vi plantas hermosas, árboles frondosos con animales que no distinguía bien a que especie correspondían, pero lo que más me sorprendió fueron los colores, los que ya conocía y otros que aunque no comprendía por no tener una referencia, sabía que eran nuevos para mis ojos internos. El panorama se parecía a esas estampas de pintura naif, de formas simples y con volumen, coloridas y bellas. Remontando el arroyuelo se veía un monte o algo similar entre nieblas, un lugar dónde ir a estar más arriba. Tomé una senda que si bien sabía que existía, no la veía.

Fui caminado, no sentía el peso de mi cuerpo, y los pasos eran similares a pisar la hierba mullida.
La montaña estaba cubierta de niebla gris, sentí el inmediato impulso de volar. Es extraña la sensación, cómo cuando salía del avión para practicar paracaidismo, con la cabeza hacia adelante y los brazos hacia atrás, saltando con un leve movimiento de los pies.
Lo hice y volé.
Me adentré en la niebla, no tenía miedo, tampoco me asombraba el poder volar, me dejaba llevar por una suave corriente de aire, abrí los brazos. Me percaté que ya no estaban, en su lugar vi dos alas cubiertas de plumas amarronadas. Me había convertido en un águila. Seguí volando en medio de la niebla que cada vez era más densa.
Creí que habían pasado horas volando y comencé a hacerme preguntas sobre dónde estaba, qué destino tendría. Un susurro llegó a mí.
Al principio lo confundí con el sonido del aire al ser cortado por mi cuerpo, luego fui comprendiendo que era una voz. Me decía:
-      Esto que te rodea, esto que ves, esto que te sostiene es materia universal. Este es tú mundo, tú universo, aquí tienes todos los elementos necesarios, tú tarea es solo organizarlos y crear. Solo debes crear, tú eres un creador.
El asombro dejó lugar a la alegría y ésta a la seguridad de poder hacer lo que me ofrecían; no era un mandamiento, no era una orden, era una ofrenda que ponían en mis manos.
Respondí a la voz:
-      No estoy preparado para dejar todo cuanto tengo. Aún queda por hacer allá.
-      Vuelve cuando quieras. Tarde o temprano llegarás aquí, éste es el lugar, esto es lo que te espera después de la vida, nada temas.- respondió la voz.
Me incliné y giré sobre uno de mis lados; regresé. Rehíce el camino andado.
Fui abriendo los ojos poco a poco hasta que volví a ver el mar delante de mí.”
Yo le interrumpí el relato y le pregunté:
-      “¿Volviste a ir?
-      Sí, he regresado varias veces.- me respondió.
-      ¿Y todo es igual?
-      No, voy construyendo, voy organizando la materia para cuando esté definitivamente allí.
-      Abuelo, ¿La voz era Dios?
-      No hijo, la voz era la que llevamos dentro, no hay un dios, por eso no puede haber más fe que la que podamos comprender como nuestra comunión con el Universo. Esa es la clave. No hay un dios, ni mil, solo tú y tú voz.”
Sé dónde está mi abuelo hoy y me siento feliz por él, también sé que volveremos a encontrarnos, porque lo último que dijo fue:
-      “Ya hijo, ya me voy a terminar de construir ese lugar… estará listo para cuando vayáis viniendo todos ustedes… claro que lo estará.”
Luego cerró los ojos y no volvió a abrirlos.

En la experiencia de él, está la esperanza que tenemos en el año 2048 los AI, también esta es la realidad que vivimos y que en parte es nuestra propia culpa, en menor o mayor grado, cada vez que la decisión fue ceder terreno a los que estaban ebrios de poder, cada vez acumulamos algo de responsabilidad en lo conseguido.

Soy Juan Ignacio y he escrito esto antes que termine este año.
En los últimos días he visto que hay al menos cuatro grupos de AI en los alrededores, uno lo he identificado como falso, son esbirros del gobierno central, pero los otros tres han ido asentando sus tiendas cada vez más cerca de la entrada del desfiladero. Hoy iré a meditar como me enseñaron mis mayores y decidiré si tomo contacto con estos tres, es posible que tengamos que deshacernos del grupo de simuladores, será cruento. También en ello pensaré, no esperaré nada, no tendré expectativas a las que aferrarme, solo un deseo, el de hallar el jardín con el arroyuelo y la montaña entre nieblas. Lo demás lo pondrá el universo y sus ciclos irremediables.
Me despido de quién haya leído esto, con el sincero anhelo de que sea útil para recordarnos, como la especie que no supo andar por el camino más fácil y beneficioso, el del amor recíproco.
Juan Ignacio, diciembre de 2048.






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