Solo un pasaje de la vida. (relato biográfico)
Soy
Albert Puig Tendre, nací en un pueblo de Catalunya en medio de la montaña de La
Garrotxa.
Tengo 42
años y mientras nacía el caudillo se moría, lo que dio doble alegría a mi
familia, el renacer de la vida se manifestaba para ellos con todas las fuerzas
esperanzadoras que se podían imaginar en esos tiempos, allá por el ’75.
Mi padre
tenía un ganado que daba sus pequeñas ganancias y con ello se vivía sin mayores
apuros. El tiempo de hambruna en España fue para ellos muy duro y nosotros solo
hemos heredado la historia y poco más. Somos una generación privilegiada al
lado de las privaciones y vejaciones por las que pasaron durante tanto tiempo. Hoy
respiramos un aire completamente diferente al que ellos tuvieron como diario y
constante.
Soy el
mayor de tres hermanos, todos varones. Cada uno ha elegido una carrera o destino;
el menor con 32 años es un ingeniero mecánico en una fábrica de partes de automóviles,
soltero empedernido siempre ha sido el mimado por mis padres. Le sigue el del
medio, Alfons, con 37 años y eligió ser farmacéutico, a los 23 años puso su
negocio, se casó pronto, tuvo hijos antes de los 30 y se divorció hace solo
unos meses; ahora vive conmigo. Y por último yo, enamorado de la naturaleza,
seguí los pasos de mi padre con su negocio y me gradué de ingeniero agrónomo
para hacer de la pequeña majada una empresa que diese frutos a toda la familia,
esa era la gran meta que mi padre se había autoimpuesto y que no llegó a ver,
murió en el 2002 cuando Alex tenía solo 17 años. Mi madre quedó por un tiempo a
cargo de todo, hasta que ya graduado en el 2003, me hice del negocio y para el
2010 lo había ampliado llevando la producción láctea y lanar al 95% de cómo lo
dejara mi padre. Supe aprovechar los altibajos de la economía y la cercanía con
unos parientes franceses con los que hice varios contratos beneficiosos; de ese
modo tuve la oportunidad de ganar una pequeña cantidad de dinero que invertí
eludiendo los gravámenes que el Reino de España impone. Dirán que no es bueno
esto de la especulación de los mercados, que la solidaridad es necesaria para
un país en crisis, que se debe ser totalmente legal en el pago de impuestos y
demás dineros que le quitan a los que aún siguen manteniendo las fuentes de
trabajo y todos los argumentos que puedan esgrimir desde un tablado o el atril
del Congreso, pero la empresa da de comer directamente a doce familias además
de la nuestra, cada uno tiene entre cinco y siete bocas que alimentar, están
muy bien pagos, con todos los beneficios que les corresponden; fuera del
establecimiento hay al menos una cincuentena de personas que trabajan
indirectamente para la empresa, que llevan su jornal gracias a la buena
administración que hago y a un hombre que dobló la espalda durante 60 años
todos los días del año, apacentando y cuidando de unas vacas y ovejas. Sé que
ninguno de los que se llevan el pan a la boca, después de haber cobrado el
jornal en una factoría donde llevo mis productos, va a tener el mínimo interés
en saber de ese viejo que a los 70 años de edad, su último día en la tierra lo
pasó con un bocata de jamón en el estómago, mientras llevaba la majada a pastos
nuevos bajo un sol que partía piedras. Nadie de ellos tienen porqué saber de
dónde sale, pero los que gobiernan sí que deberían tener algo de piel social y
no creerse los dueños del sudor ajeno. En fin, el caso es que por la múltiples
heridas que aun sangran, me usado mi inteligencia para quedar bien con dios y
con el diablo, para sostener esta empresa y hacerla sustentable en el tiempo.
Amo la
ganadería y la agricultura, me siento como pez en el agua entre los animales y
la tierra arada lista para la siembra, amo las mañanas bien pronto antes que el
sol haya salido, el aire puro de mis montañas, mis volcanes; amo mi tierra con
sus costumbres y leyendas. Soy de los tres, el que más apegado a la historia de
Catalunya que ha salido; El pequeño Alex por su juventud es más rebelde y solo
encuentra a la política como una enemiga del hombre y allí se ha plantado, en
hacerse un lugar anárquico dentro de la familia. Alfons ha estado siempre
ocupado el él mismo y sus placeres o desventuras inmediatas. Todo es extremo en
él y no ha llegado al equilibrio como para que disfrute de la naturaleza, son
sus problemas por encima de todo y acusa eso que llaman el síndrome del hijo
del medio, el que no tiene la autoridad del mayor ni los mimos del menor y que
se siente un péndulo que va y viene sin destino seguro.
En estos
días en que hemos vuelto a cohabitar como cuando éramos estudiantes, le veo
despojado de sus capas de hombre adulto y vuelve a la niñez con mucha
facilidad, busca en mí al padre que no tiene, pero que debería haber asumido
que ya murió. No ha hecho el duelo correcto y vive una etapa tras su divorcio,
de doloroso vía crucis, cargando culpas y pecados de los demás.
Por la
noche cuando regresa de su farmacia, se lo ve derrotado, cabizbajo, agobiado y
con 10 o 20 años más de los que tiene. Tras ayudarme a cocinar y poner la mesa,
se integra y los años de más los va perdiendo entre risas y cuentos que se me
ocurren. La mama no hace más que presidir la familia y a mí me gusta cocinar
por la noche, la comida de la familia, es un gustoso placer que me he tomado
como obligación diaria, que hace retroceder el estrés y las preocupaciones
diarias. Él ni bien llega me ayuda en lo que puede o se encarga de la mama,
ella está en la fase 5 de alzhéimer, se lo diagnosticaron tras la muerte de mi
padre, fue un golpe muy duro que no supo cómo gestionar. Así de día tenemos una
mujer que la acompaña y se va cuando llego yo de la empresa, allí solo tengo
que cuidar de ella y cocinar para los que estemos ese día.
Mis hermanos
me preguntan por qué no me he casado y si no hay alguna empresaria que se ponga
a tiro, pero siempre eludo la respuesta con eso de tener el propio espacio y no
permitir que me agobien con más familia, ya tengo a la mama para cuidar y ocasionalmente
a alguno de mis hermanos y sobrinos, con eso mi vida está colmada por el
momento.
Hubo escarceos
amorosos en la universidad con una niña de nombre Sandra, pero no pasó de eso y
varias salidas, luego todo se enfrió y yo fui priorizando el trabajo con el
estudio hasta que me gradué, y luego la ambición de ver el trabajo de mis
padres recompensado me cerró las puertas a la vida social, solo acudo a los
eventos inevitables y trato de pasar desapercibido cosa que pueda ausentarme
sin ser notado. Todo lo contrario de lo que soy en los negocios, donde trato de
jamás perder, en lo social me gusta ser invisible, no atraer a nada ni a nadie.
La rutina
de las noches de cocina, las alterno con los fines de semana con más cocina,
limpieza, un poco de deporte, una salida a caminar por la montaña y mi afición
de escribir y leer. Me apasiona tanto como mi trabajo, pienso que será la
vocación que desarrollaré una vez alejado de la empresa. Imagino que estoy en
mi casa, solo con mi cocina, mis libros, mis escritos y el saxofón, mucho jazz
soft y dejar que los años pasen y se conviertan en polvo de estrellas.
La literatura,
tanto la lectura como la escritura fueron mis puntos fuertes en el EGB y la
universidad, luego en los ratos libres aprendía música y con ella, el saxo me
atrapó junto al jazz soft. El arte de la cocina lo heredé directamente de las
manos de mi mama, cuando pequeño ya estaba a su lado ayudándole en lo que me
dejaba y podía. Por las mañanas le daba parte de mi tiempo al papa en el
establo, luego corría a ayudar a la mama en la cocina y me iba al colegio, por
la tarde estudiaba y hacía los deberes, veía muy poca televisión, solo los
fines de semana y al vivir en el campo no tenía amigos de la acera de enfrente,
por lo que mis juegos estaban más centrados en lo que podía hacer solo o con
mis hermanos en casa. Desde corta edad me interesó todo lo referente a la cría
de animales y a la agricultura, mi padre hizo un pequeño huerto que cuidaba con
esmero y de dónde salían las hierbas aromáticas que la mama usaba en sus
comidas, también tenía tomates de varios tipos, unos pimientos, coles y por
sobre todo las aromáticas como romero, salvia, ajillos salvajes, azafrán,
curri, cilantro, bichos (pimientos picantes como la guindilla) ñoras, albahaca
o la caléndula con la que se agregan para colorear algunos guisados. Y si fuese
poco el cuidado del huerto y las tareas de ayuda que prestaba, me hice de un
minúsculo corral para criar cuatro gallinas ponedoras catalanas del Prat con su
respectivo macho, un gallo al que le di el apodo de El Jefe, por el porte y la
bravura que demostraba ante cualquier intruso, que no fuera yo, que invadiera
su territorio. Todas la mañanas en cuanto el sol calentaba un poco, las dejaba
salir a pastar libremente por los alrededores del al casa y me quedaba cerca
por si había alguna gresca con los perros que andaban por sus tierras. A uno
supo arrancarle un ojo de un espolonazo que le dio cuando este se acercó a
husmear a una de las hembras, El Jefe sin mediar un pio, le asestó su certero
espolón en medio del ojo dejándolo tuerto de por vida al pobre chucho. Desde ese
día mi padre me dejó que les sacara a pastorear solo si estaba presente mi
vigilancia.
Antes que
legara El Jefe, hubo otro gallo que no llegó a tener apodo, una mañana que fui
a darles de comer, me lanzó un espolonazo que me abrió la espinilla, mi madre
fue categórica con el emplumando, lo guisó ese mismo mediodía y vengó la
afrenta.
En la
majada de ovejas también tenía a mis preferidas, la Elena, la Pancha, la
Giselle, y la Blanca, cuatro que eran las más viejas y que mi padre cuidaba con
mayor esmero que le resto, eran las matriarcas del grupo, cada una con unos
años de diferencia entre sí, irían cambiando su rol a medida que fuesen
muriendo, y así fue, la última, la Blanca fue durante una larga temporada la
oveja madrina, de ella pendía el cencerro y dónde ella pisaba seguro que era
tierra de confianza para las demás. Entre las vacas todas tenían su nombre y
sus terneras iban heredando el mismo con solo el agregado de un número, así por
ejemplo hubo una Rosa que dio cría y herencia a Rosa 1, Rosa 2 y sucesivas
Rosas hasta el día de hoy que vamos por la Rosa 22. Una costumbre que no la he
visto muy repetida, pero que a mi padre le gustaba llevar.
Él era
de tener los números en la memoria y jugar a hacer “cuentas en el aire” cómo él
le decía, era una práctica que nos enseñó mucho y no le permitió a su cerebro
que envejeciese, aún a los 70 años jugaba con nosotros a quién llegaba al resultado
mas rápido de cualquier tipo de cuenta. Era tan rápido que cuando iba a hacer algún
negocio o simplemente de compras a sus proveedores, estos no perdían tiempo en
sumar o restar, él antes que se dijese algo, ya tenía el inefable resultado,
nunca vi que se equivocara, ni a favor ni en contra, porque la honestidad en el
manejo del dinero era su lado sagrado, no creería en un dios, pero sí que tenía
valores morales que los cristianos envidiaban. Como casi la mayoría de los de
su generación, era un autodidacta que se alfabetizó solo y luego lo hizo con mi
madre, a la que le enseñó todo cuanto sabía e iba aprendiendo, la comunicación
entre ellos era maravillosa, capaces de estar hasta altas horas de la noche
conversando sobre cualquier tema. Fue eso lo que le llevó a mi madre al
sufrimiento del alzhéimer, tras la muerte de él. Ahora la mama me tiene a mí y
mis hermanos para conversar, pero sus olvidos y devaneos son cada vez más
frecuentes y alejados de la realidad, aun así hemos acordado que llevará la
mejor vida que podamos ofrecerle, no estará nunca sola ni abandonada en una
residencia, este es su lugar y aquí quedará hasta el último día y hora.
Pero no
todo es armonía en nuestra familia, mentiría si dijese que nos llevamos bien
entre hermanos, por el contrario tenemos nuestras diferencias de opinión y
luchas internas que intentamos no trasciendan las paredes de la casa materna. Allí
todo se cocina, se come y se evacúa, tal cómo nos enseñaron nuestros padres. Y el
ejemplo fue tan directo y de fuerte raíces que no concebimos otra manera de
ser.
Los tres
fuimos criados de diferente modo, cada uno recibió lo que merecía y de acuerdo
a sus apetencias y visiones particulares, nuestro padres fueron sabios en la
ignorancia, se dejaron guiar por lo instintivo y eso resultó mejor que
cualquier escuela o estudio de comportamiento humano, lo simple, lo económico,
lo sano, lo lógico y aquello que arrojara un resultado positivo era lo que se
enseñaba, fuera de ello no tenía cabida en la filosofía que abordaron en
nuestra educación. Además fueron celosos de lo que se nos enseñaba afuera,
pusieron siempre por encima de todo, sus propias concepciones de modo de
filtrar los conceptos que no encajaban con sus puntos de vista; así la religión
no entró en casa y cuando fue materia de estudio, se nos seguía de cerca para
que no nos influenciaran hacia una doctrino u otra.
Creo que
una sola vez valió por el resto del tiempo, los tres concurrimos a la misma
escuela del pueblo y allí éramos todos conocidos. Cuando tenía solo 9 años, se
impuso la materia de religión nuevamente por orden de un director cercano a los
círculos de la iglesia católica. Dentro de las primeras medidas que tomó el
director, fue el rezo del padrenuestro al comenzar las clases en cada aula, eso
fue apenas llegó al cargo en el mes de setiembre.
Ese día,
en que se impuso el rezo, llegue a mi casa con la novedad de tener que aprender
a rezar de memoria para la semana siguiente la impuesta letanía. Para mí era
una novedad y cómo tal la asumí, con la curiosidad de algo desconocido al no
ser ni cristianos, ni de otra fe en la familia. Cuando por la noche mi padre
regresó, se quedó con mi madre rato largo de sobre mesa tratando un asunto de
mayores. A la mañana siguiente, fui a ayudarle con los animales y me dijo al
pasar que iría conmigo al colegio, que quería hablar con el director por la
venta de leche que le hacía cada mes; a mis oídos no sonó raro que fuera, por
lo que no lo tomé en cuentas. Al mediodía me llevó de la mano y alegremente
entramos al colegio; él se dirigió al despacho del director y cerró tras sí la
puerta. Habiendo pasado unos quince minutos, uno de mis compañeros vino
corriendo y nos contó a todos en corrillo, que había escuchado una fuerte
discusión en la dirección y que vio salir al director todo rojo de rabia. Imaginé
de inmediato que la discusión había sido entre él y mi padre, por lo que corrí
a ver qué ocurría. Al llegar a la puerta del despacho, mi padre salía con una
sonrisa, me acarició la cabeza y me dijo al oído: “Desde hoy no hay más rezos
para ti.” Y se fue saludando con mucha satisfacción en su semblante. Años después
supe que le amenazó al director de tal manera, con unos asuntos sucios que
conocía, que no le quedó más remedio que dar marcha atrás con la imposición de
su doctrina y la dejó a criterio de cada padre, la decisión de rezar o no, o de
asistir a las clases de religión. Pero en casa nunca contó que trapo sucio le
sacó a relucir al pobre individuo, que lo puso en tal situación de desventaja. Solo
dijo una vez: “Nunca le des a nadie motivo para que sea dueño de un error que
hayas cometido, pues desde ese día serás esclavo de su voluntad y hará contigo
lo que quiera.” Lo dimos por comprendido y por una sana norma de vida. Cuando entro
en tratos con alguien o alguna empresa, el consejo de mi padre va antes que
cualquier palabra, lo llevo grabado en la frente y hasta ahora no han podido
señalarme de nada, eso es una gran ventaja al momento de hacer cualquier trato,
los caminos son más llanos y seguros si de uno poco se conoce.
De religión
nunca más se habló y mis hermanos decidieron cada uno en privado que harían al
momento de casarse, cómo educarían a mis sobrinos, sé que Alex no comulga con
ninguna fe cómo yo, y que Alfons cedió ante la presión de su exmujer para
bautizar a los hijos en la iglesia del pueblo de fe católica, claro que no
asistimos a la ceremonia, solo a la reunión posterior por sociabilizar con la
familia de ella o tener un motivo más de reunirnos y comer juntos, nada más. Ese
Dios del que tanto se cuelgan no está presente en mi vida, ni le necesito. Muy bien
estoy sin los rituales, normas, leyes y prohibiciones que se anteponen a una
vida natural y armoniosa, no he necesitado de la asistencia de una fe para
saber qué y quién soy, aunque no le prohíbo a nadie a creer en lo que más
quiera. Tengo una opinión muy firme acerca de este tema, considero que las
religiones como instituciones son un comercio vil de las necesidades y penas
que el ser humano no se atreve a solucionar por sí mismo. Cómo me enseñara mi
padre en las largas jornadas de vacaciones en que las pasaba a su lado la mayor
parte del tiempo, con los animales y vigilando el campo arrendado, todo cuanto
es necesario para que la vida sea fácil y sin sobresaltos, lo tenemos en la
naturaleza misma; se nos ha dotado de manos hábiles de construir lo que
necesitemos, piernas y pies que nos llevan dónde queramos, un tronco con sus
órganos, que bien cuidado nos da fuerzas y mantenimiento para que todo funcione,
un cerebro que piensa en varias etapas, con raciocinio, emociones, decisiones y
capacidades imaginativas que pueden sacarnos de cualquier necesidad por urgente
que esta sea. Observando la naturaleza, haciendo un justo y armonioso uso de
nuestro organismo, valiéndonos por nosotros mismo, siendo nuestros propios
agentes somos capaces de vivir con las creaciones universales sin depender de
un ser superior, real o inventado. “Nadie podrá hacer por nosotros, lo que
nosotros mismos no estemos convencidos de hacer”, una de sus máximas, “Todo
está hecho ya, solo debemos imitar lo desarrollado” era otra y la reafirmaba
con ejemplos muy claros. Un día me preguntó:
- ¿Quién
inventó la rueda hijo?
Muy
ufano de saber la respuesta le dije:
- La rueda
fue inventada por los sumerios papa.
- No.-
dijo categórico.- mira ese escarabajo.- señalando un bicho que llevaba a
rastras un fruto haciéndolo rodar por entre las hierbas.- ¿Qué ves?- inquirió.
- Veo un
escarabajo llevando una oliva verde papa.
- Bien y
¿crees que él es sumerio?
- No,
claro que no, es un bicho, no debe tener raza… o no debe ser sumerio, porque
los sumerios eran una raza de personas que vivieron hace mucho tiempo. Me lo
enseñaron en la escuela este año.
- Lo que
te enseñaron de historia lo discutiremos otro día, pero indudable que este no
es un sumerio, es un escarabajo que aprendió a través de miles de años que un
objeto redondo rueda y es más fácil hacerlo rodar que cargarlo sobre sus
espaldas. ¿O no te cuesta menos a ti hacer rodar un tanque de 200 litros, que
subirlo a tu espalda y llevarlo?
- Claro que
no, es más fácil llevarlo rodando como hacemos con el fertilizante.
- ¿Y tú
eres sumerio?
- ¡Papa!
Soy catalán…
- Jajaja,
claro que sí, eres catalán y no sumerio, tampoco inventaste la rueda ni ellos,
solo observaron a la naturaleza que es más sabia que el hombre y de allí
sacaron la idea, siempre buscando el menor esfuerzo y el más efectivo, es
simple hijo. Solo observa tu entorno y te darás cuenta que las herramientas que
el hombre ha desarrollado estuvieron antes dadas por ella.
- ¿Y los
tornillos papa?
- Te mostraré
algo, ven.- y me llevó debajo de un árbol.
- Espera
que haya algo de viento.- me senté en el suelo a la espera que el viento
llegase, pasado un rato un vientecillo comenzó a mecer las ramas y hojas.
- Ahora es
el momento.- dijo mi padre y me señaló la caída de las semillas que llegaban al
suelo dando vueltas sobre su propio eje.
- ¿Qué
tengo que ver papa?
- Como las
semillas vuelan girando, mira como la planta ha desarrollado una especie de
alón fino alrededor de la semilla y verás que llegan un poco más lejos que si
cayeran sin el alón, eso hace que vayan a germinar fuera de la copa y usa el tornillo
para apuntar directamente dónde quiere que germine. Si un sumerio viese la
semilla inventaría el tornillo e iría por allí a decir a sus amigos que ha
inventado una herramienta, que en realidad hace miles de años la naturaleza ya tenía.
Aquella
conversación, como muchas otras hicieron de mí un amante de las criaturas vivas
y un observador de lo que ocurría a mí alrededor para luego aplicar en mi vida
diaria. Tal vez la charla con él no la reproduzca como fue, pero la esencia no
se ha perdido. Así hizo con cada uno de sus hijos, les mostraba con ejemplos
directos cómo desenvolverse sin acudir a ayudas y milagros que no existen.
Con el
correr del tiempo y teniendo en cuenta estás máximas, tuve buen ojo para las
decisiones que tomé, incluso para el manejo de la empresa y del personal,
también adopté su manera de explicar los principios de convivencia y de
perfeccionamiento de las personas a mi cargo, logrando que me entendiesen sin
academismos que les podrían ser tediosos al escucharlos. Recuerdo a una maestra
que tuve en el final de la escuela primaria que cuando quería explicar algo engorroso,
me decía delante de la clase:
- Albert,
cuéntanos sobre este tema que ha dicho tu padre.- y yo orgulloso daba mi
explicación con las palabras que antes él me había enseñado.
Cuando
mi hermano decidió divorciarse, recuerdo que llegó a casa, la de mis padres,
con el ánimo destrozado. Deambuló un poco por las habitaciones y al fin se fue
solo hasta un arroyuelo que cruza la finca. Se estuvo allí toda la mañana y
parte de la tarde; al regresar había decidido la ruptura definitiva. Le pregunté:
- ¿Qué? ¿Dónde
has estado hasta ahora?
- Fui al
arroyuelo a ver pasar el agua.
- ¿Solo
eso has hecho?
- No,
tomé una decisión, la de divorciarme.
- ¿Y el
arroyuelo te inspiró?
- Sí,
como decía el papa, cuando necesites tomar una decisión importante, ve en busca
de la naturaleza, ella tiene la respuesta que buscas, le hice caso y mientras
miraba el agua comprendí que debía separarme de Ofelia, ella era una piedra que
me estanca, hace que el agua que soy yo, me quede quieto, y cuando eso pasa las
larvas de mosquito, la basura, lo desechable se te junta en la superficie. Por eso
lo que hace el arroyuelo es pasar de las piedras, las rodea y sigue su camino y
va dejando lo que no quiere a la vera, en dónde no le estorbe su camino. Eso aprendí
y ahora estoy seguro de saber qué hacer, aunque el dolor me persiga por
siempre. Pero prefiero eso a quedarme estancado y tener cada día basura en mi
mente y a pedir de boca.- fue suficiente explicación para mí.
Su duelo
es aún un gran peso que debe superar, por eso le veo de vez en cuando y en los
momentos de mayor depresión, ir a caminar buscando esas respuestas que nuestro
padre nos dijo donde hallar. Y él a igual que el papa, cuando llegan mis
sobrinos les lleva a caminar por la finca y les habla de las lecciones que nos
da el universo en que vivimos. Mi cuñada Ofelia me ha llamado un par de veces
para pedir mi mediación como hermano mayor, para evitar la separación, pues
según ella no era tan malo el matrimonio, que tenían sus diferencias las que
consideraba normales en cualquier pareja. Mantuvimos una última conversación
hace poco y ya no volvió a llamarme.
- Hola Albert,
soy Ofelia, mira quería que me hicieras un favor.
- Hola Ofelia,
dime, dime.
- Es que
ya sabes que Alfons quiere el divorcio, son 13 años de estar juntos, no es
mucho pero tampoco poco como para tirar todo por la borda.
- Sí, lo
lamento que hayan llegado a esa situación.
- Claro,
es lamentable, mucho, los chicos le extrañan y yo también, no sé qué se le
cruzó, no sé si hay alguien que le llene la cabeza… no sé.- sollozaba al final
de la frase.
- No creo
que haya nadie, para él también ha sido muy duro tomar ese camino.
- Pero ¿por
qué? ¿Qué le llevó a ser tan drástico? No lo entiendo.
- No sé qué
pasó entre ustedes, no me ha contado nada, solo que lo vuestro no iba y que era
mejor esta solución que llegar a mayores y no soportarse más.
- Albert,
tú sabes que no soy de callarme, que digo las cosas como son y arreando. Que hemos
discutido no lo niego, pero en todas las parejas se discute. Que yo sea más
enérgica que él tampoco lo voy a negar, pero no por eso llego tan lejos como
para divorciarme. No sé qué le ha pasado, estoy segura que alguien le calentó
la cabeza.
- ¿Qué,
supones que alguien de la familia le dijo que no era bueno que siguiesen?
- No sé,
no sé si alguien de la familia, o de fuera de la familia. Tú sabes que en la
farmacia quién no corre, vuela y hay un par de niñatas que bien querrían verlo
soltero para agarrarlo de un ala.
- Mujer,
me parece que Alfons no es de los que se van de su casa por unas faldas. Es mi
hermano y le conozco bastante, no lo veo que esté contento con su situación y
además cuando lo decidió estaba solo.
- ¿Solo?
Pero si estaba con ustedes me dijo.
- Sí,
claro que estaba aquí, pero no compartió conmigo o con alguien más lo que le
sucedía hasta que estuvo seguro de lo que quería hacer.
- Para mí
que hay otra y mejor que no me entere de quién es.
- Ofelia,
te voy a ser sincero.
- Sí,
dime, dime, que tú sabes algo.
- No,
saber no sé más que de lo que he dicho. La sinceridad pasa por otro lado.
Alfons se crio en una casa dónde no se discutía, en la que mis padres no lo
hacían y procuraban que todos los problemas se solucionaran de la mejor manera
posible. Ellos, tanto el papa como la mama no se decían nada en contra del
otro, jamás vimos un enojo entre ellos, se quedaban horas conversando de todo
lo concerniente a la familia y buscaban entre ellos las mejores decisiones.
- ¡Claro!
Así cualquiera. Tú madre es sumisa y tú padre mandó siempre en todo.
- Te equivocas
de lado a lado, ni ella era sumisa ni el papa dominaba a nadie, nos educaron
con libertad de pensamiento y hechos, nos llevaron por el mejor camino, el de
la mesura en todas las cosas y sabemos que eso es lo que cada uno quiere para
sí. No sé si Alfons lo encontró en su matrimonio.
- ¿Qué
dices? ¿Qué no puede vivir con una persona que le enfrente con la realidad de
la sociedad en qué vivimos? Si no quiere ser sociable, no acepta la iglesia, no
quiere que los chicos vayan a catecismo, que la educación es una falsedad, que
mejor es criarlos en la naturaleza, parece que se quedó en los años 70, época
que ni siquiera había nacido, no sé de dónde sacó todas esas ideas.
- ¿Discutieron
por la enseñanza de los niños?
- Sí,
claro. Él quiere que vivan de una manera que es igual a la de hace décadas
atrás, con el campo, los pajarillos, los árboles, los bichos que tanto asco me
dan, hasta pone ejemplos de cómo las gallinas se comportan con el gallo. Le llamó
El Jefe al gallo que trajo para que las gallinas pusieran huevos.
- Jajajaja…
eso no lo sabía. ¿Le llamó El Jefe? Jajaja, no lo puedo creer que se acordara.
- ¿De
qué se acordó?
- De un
gallo que teníamos al que yo le apodé El Jefe…
- Ya ves,
ya ves él quiere ser cómo son ustedes, los del campo y yo soy de ciudad, la
farmacia está en la ciudad, vivimos en una ciudad y debería amoldarse a esto
porque él eligió estar aquí y no en el campo.
- Mira Ofelia,
no sé qué eligió él, pero los del campo, como nos llamas, somos los que
conformamos la familia y no puedes pedirle que renuncie a lo que es su propia
historia y raíces. Por más que se haya instalado en la ciudad, Alex lo ha hecho
también y yo tengo mis oficinas en pleno centro del pueblo, pero no abandonamos
nuestras creencias…
- Eso,
no abandonáis las creencias, sois ateos y mis hijos no lo serán.
- Ya veo
por dónde va la cosa, creo Ofelia que no le vas a cambiar y tampoco puedo
ayudarte, porque soy parte de la misma manera de pensar.
- Gracias,
gracias, no esperaba otra cosa de ustedes, ya sé quién le ha llenado la cabeza.
- Te equivocas,
pero si te conforma pensar de esta manera, allá tú.
Cortó la
comunicación y no volví a saber de ella.
Sé que
mi hermano superará el momento, sé que lo que carga sobre él son las culpas al
haberse equivocado en la elección en su matrimonio, y deberá comprender con el
tiempo que no siempre se puede saber cómo será la convivencia con alguien, y
más si ese alguien es tu mujer con la que has traído hijos al mundo. Nadie está
quieto en su evolución, cada experiencia nos va modelando para la próxima vez
que tengamos la necesidad de echar mano de ella, para resolver algunos de los
obstáculos que enfrentemos. Hizo bien en madurar solo su paso inmediato, nadie
lo impulsó a tomarla, nada más que sus problemas, le fueron de peso sobre la
decisión por lo que estoy tranquilo que lo ha hecho basándose en las enseñanzas
y ejemplo de la familia.
Puede ser
cansino que le nombre y ponga de por medio a mi padre y a mi madre como factótum
de nuestras vidas, pero es algo natural que obremos de acuerdo a aquello que
nos marca desde la infancia.
Tal vez
el verme reflejado en mis hermanos y en lo que nuestros padres han dejado como
modo de vida, es que no me decida a buscar una pareja.
Mi historia
no es rica en cruces amorosos, sin embargo observo cómo los demás van cambiando
de opinión a lo largo de sus relaciones y terminan en mentiras, engaños y demás
consecuencias desafortunadas para ambas partes.
Si se
diese la oportunidad seria de comenzar una relación, lo haría cuando estuviese
seguro que la otra parte es consecuente con todos los aspectos de mi persona. No
quisiera que durante la convivencia se produjesen cambios en alguno de los dos
que no se hayan manifestado antes, no quiero descubrir tarde que la persona que
está a mi lado a cedido en algo de su carácter por el mero hecho de mantener la
relación.
Confieso
que me han atraído más de algunos de mis amistades; y últimamente ese atractivo
ha estado más dirigido a compañeros de trabajo que a mujeres, pero tal como
dijese mi padre, en todo hay que dejar que la esencia se manifieste. Así lo
hace la naturaleza, sin prejuicios y sin mayor cambio en las estructuras de
vida. Si mi apetencia sexual ha variado no es más que consecuencia de mis
propios gustos y no por imposición externa.
El hecho
de permitir que lo esencial encuentre su manera de expresarse ha ayudado a
comprender el deterioro doloroso de mi madre, y a asumir mi rol como cuidador
de su vida. Todo ser vivo merece el mejor de los tratos en las circunstancias
en que se halle, con más razón si ese ser es quién te dio la posibilidad de
nacer. Para comprender esto no necesité de una fe, un dios, un rito y rutina de
letanías, de sermones desde un púlpito, ni de convenios con otros hombres; solo
bastó estar en armonía con la tierra y lo que ella ofrece. Allí está la fuente
de toda sabiduría, no le puedes pedir que de un árbol de lo que da una vaca, ni
de esta lo que da un hato de trigo, todo es simplemente equilibrado y en una
secuencia perfecta, allí está la gestación, el nacimiento, el crecimiento y la
muerte para dar un nuevo giro de reutilización de una materia finita.
El día
que murió el primer perro que tuve como mascota, mi madre me consoló
enterrándolo en el jardín y colocando sobre su tumba, semillas de hortensias;
el animal murió en junio, es setiembre floreció por primera vez, mi madre me
llamó apenas descubrió el botón de lo que sería un ramillete de flores y me
dijo:
- Mira Albert,
en esto se convirtió el Pepe.- así le llamé al perro.- y ahora que él no está
escarbando, guardando sus huesos o corriendo por el campo, se ha transformado
en flores que alegran el lugar. De igual manera nosotros al morir nos
convertimos en materia que usa la tierra para producir otras vidas.
Comprendí
la muerte con sus palabras. Dónde yacen los restos de mi padre sembramos
tulipanes, la planta preferida de él; cuando floreció fue una gran alegría para
mi alma pensar que parte de la materia con que estaba hecho el cuerpo del papa,
había contribuido a ver tan hermosa flor. Aunque suene un poco rudo lo que
cuento, es mucho mejor que adorarle en una urna o ir a colocar flores de
plástico en un nicho. Allí el ciclo de la naturaleza está interrumpido, no es
bueno ni sano.
Esta es
mi manera de vivir, así dejo el testigo de cómo somos los Puig Tendre,
naturales, felices, libres, convencidos de nuestras raíces y consecuentes con
ellas.
Las imágenes de este post pertenecen al fotografo especializado en fotomanipulación, nacido en Polonia en 1977, Leszek Bujnowski
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Recuerda: cada vez que no comentas una de mis notas, Dios se ve obligado a matar un gatito. Campaña contra el maltrato animal.