El Pez y la Era de la Comunicación.


“El pez por la boca muere”
No es tan así si lo analizamos como suceden las cosas.
El pez nada en su medio y es atraído por un artificio, el anzuelo con una apetitosa carnada que le incita a comérselo. Una vez que lo intenta tragar, el cordel “avisa” al pescador que alguien ha comenzado a comer la carnada, por lo que da un tirón que provoca que el anzuelo se deslice en la boca entrecerrada del animal y termine clavado en alguna parte de esta; preso del artificio es izado por el pescador y el pez se convierte en pescado, aunque todavía vivo.
Pasan varios minutos para que esa transformación finalice y dé, como consecuencia la muerte del animal; por lo que el pez muere de asfixia al no poder procesar el agua que debería estar entrando en sus branquias.
Al fin, “El pez por sus branquias muere” y ese sería el auténtico refrán.
Pero no era la cuestión el desmenuzar el dicho, lo que me lleva a escribir sobre esto, sino la implicancia del hecho con nuestra actual travesía por la Era de la Comunicación.


Quien más o menos tiene al alcance de su mano un teléfono fijo, un teléfono móvil con ciento de prestaciones, una tableta que está entre el ordenador portátil y el móvil, un ordenador de mesa y algún otro artilugio de comunicación. Entre las prestaciones utilizamos el correo electrónico, el msm, el chat, el wassap, las redes sociales, las comunidades virtuales, los intercambios virtuales de documentación, las nubes de archivos, los archivos portátiles, las video conferencias, los hangout; y con ellos los códigos propios donde aparecen las nuevas palabras, los emoticones, los símbolos y el resto de la parafernalia lingüística que todos los días aumenta exponencialmente.
Este paquete tecnológico al alcance de cualquier ser humano con menos de cincuenta euros en el bolsillo (que incluye la conexión con internet y televisión por fibra óptica), disponible y apreciado, desde el pequeño de ocho o diez años hasta el abuelo con sus setenta o más en las espaldas, sin distinción de clase social ni de nivel económico es una necesidad dentro de lo que podríamos considerar la Canasta Básica del Bienestar Social.
Todos comunicados, todos enredados y nunca mejor dicho.
Con esta era las fronteras se diluyeron en un abrir y cerrar de ojos, trayendo consecuencias interesantes para la sociedad que no solo se benefició en sus transacciones comerciales, sino que llegó a las complicadas relaciones personales dándoles libertades jamás soñadas, tanto para los de buenas intenciones como para los de mentes perversas y oscuras.
Todo entró en la Era de la Comunicación, el telón de un mundo sin distancias, a veces anónimo, otras reconocido, pero evidentemente virtual, se abrió de par en par y casi cinco mil millones de individuos accedieron a él. La magnífica obra se interpretaba ahora en segmentos esparcidos por el globo, cada uno haciendo una pequeña parte y participando de la historia, dejando por primera vez su huella marcada.
Y de esto quiero hablar y detenerme a pensar. De la huella marcada.
En la anterior Era, cuando el anonimato estaba como cosa común entre los individuos, se hizo fuerte otro dicho dentro del lenguaje popular: “Las palabras se las lleva el viento”; y era cierto.  Dijeses lo que dijeses, era muy escaso lo que quedaba registrado y donde se encontrasen un par de testigos que pudiesen dar fe de lo dicho; y siempre de dos o más para que hubiese constatación del hecho, por lo que el contraste del caso generalmente quedaba en una juicio entre la palabra de uno contra la del otro y allí podía primar tanto la honradez, como las capacidades de convocatoria que podía reunir alguno de los dos.
La voz de los humillados era en la mayoría de los casos, tapada por la de los poderosos.


La política, el clero y los estamentos de poder se hicieron fuertes en estas condiciones de bonanza con la justicia amordazada. Pero llegó la siguiente Era; pasamos rápidamente de una a otra y así atravesamos la analógica a la digital y con ella se abrió la caja de Pandora una vez más para dar a luz la comunicación global.
Todos pudimos estar conversando con todos sin importar la distancia y lo más grave de este nuevo estado social, es que podía quedar registrado.
En los primero momentos solo fue el auge de hablar unos y otros, pero pasado ese instante, de inmediato se formó la Conciencia Global con sus propios recuerdos y nació una hibrida Memoria Global con archivos de todo tipo de conversaciones y situaciones virtuales.
Lo que decíamos y lo que nos decían quedaba escrito, grabado, archivado y lo mejor de todo es que se podía recuperar para volver a leer y analizar. Eso dio un gran paso a que los antes humillados por los poderosos, dejasen de estar en un escalón muy por debajo de ellos y pudiesen defenderse con las nuevas herramientas – armas que la tecnología ofrecía de modo gratuito.
Un mail, o un chat archivado tenían ahora peso de evidencia. Y a esto se le sumó el vídeo en los teléfonos móviles que aportaban imagen a la voz, lo que conformó una prueba perfecta para la denuncia del delito.


El ser humano no es consciente, en muchos casos, de las consecuencias que traen sobre sí y la sociedad, el desarrollo de determinadas tecnologías; así ocurrió con la fusión del átomo que finalizó en un arma letal y determinante en la repartija de los territorios mundiales; y en esto que nos ocupa, el haber unido varios ordenadores para que se comunicaran para agilizar una tarea militar, no se pensó que terminaría con alcanzar un estado de libertad social.
Pero está visto que en la humanidad las libertades alcanzadas no son gratuitas, tienen un coste elevado para ella misma. Con este escalón superado se han podido denunciar corruptos y corruptelas, delitos tan bien guardados como la pedofilia eclesiástica o los teje y manejes de sobornos políticos, pero se ve la inminente muerte de profesiones como la del periodista, el declive del escritor, el bastardeo del lenguaje, el abuso del virtualismo, la muerte del mensaje por la necesidad de la experiencia sensorial.
Y sobre todo podemos ver por primera vez que todo cuanto hemos aprendido, es cuestionable y que el sistema educativo es una farsa inmensa que solo ha servido para mal formarnos de acuerdo a los intereses de quienes desean nuestro sometimiento.
La Era de la Comunicación ha logrado que al fin “El pez por las branquias muera”,  no es un gran adelanto porque la sociedad aún tiene mucho que hacer y lo que toca ahora es revisar su ética personal, modificar su moral y decidir qué hacer con lo que ha quedado: El Pez Muerto antes que comience a oler a podrido.





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