Justicia o Venganza. 2º parte



Decía sobre a justicia y la venganza, que esta no había dejado de ser, que como emoción pasional nacida en respuesta a un agravio hacia nuestra persona, o hacia un bien que consideremos dentro de nuestra propiedad, seguía existiendo sin haberle puesto en carriles solo con las leyes dictadas para que se convirtiese en lo que luego fue la justicia.
Esa sed que hace arder las gargantas y el mismo pecho clamando por un resarcimiento ante el delito de haberse arrogado la autoridad de tomar lo que no le correspondía, fuese eso un simple bollo de pasta o una vida, debe ser aplacada y con una sentencia que compense la pérdida. Para ello la ley establece, según el país en que se viva, distintas penas que van desde la reposición (cuando es posible) hasta la entrega de su propia vida. Y así se supone que el o los agraviados deberán haber saciado su sed de venganza haciéndose justicia.
La emoción, la pasión desatada habrá sido aplacada, devuelta a su redil y adormecidos los órganos que producen las sustancias excitantes y alterantes que llevan a la exaltación del individuo. Ya todo está en calma nuevamente y solo queda el dolor, la tristeza en algunos casos, de la pérdida sufrida.
Todo ha sido un juego de pasiones descontroladas y excitantes hormonas desmadradas que terminan en un charco de lamentaciones, lágrimas, mocos y más hormonas desparramadas, solo que estas serán de la depresión.
¿Y es esto la venganza convertida en justicia? A decir verdad podríamos haber evolucionado un poco más y superado estos estados un tanto primitivos. No digo que nos volvamos ascéticos, sin pasión, faltos de emociones al mejor estilo Vulcano (recordando a la serie de Star Trek y el Sr. Spock), sino que elaboremos lo que sentimos con la lógica que da la experiencia de estar en la Tierra por más de tres millones y medio de años; tiempo más que suficiente como para saber que podemos arreglar nuestras cuestiones y dominar nuestras pasiones rememorando la historia, comprobando a donde nos han llevado las decisiones que se han tomado bajo la presión de un estado netamente hormonal.
Mucho se ha repetido, pero poco se ha aprendido que somos dueños de nuestras decisiones, pero no de las consecuencias que provocarán ellas; sin embargo seguimos siendo igual de inconscientes y nos dejamos llevar por los instintos primitivos que dicta nuestro querido y amado Cerebro Reptiliano.



Volvamos al caso de Juan y Pedro:
“Juan se desplazaba de A a B despreocupado cuando aparece Pedro y dándole un golpe en la mandíbula, le tira al suelo para robarle de seguido, la cartera del bolsillo. Pedro sale corriendo hacia B; Juan recuperado del golpe le sigue y cuando le atrapa al fin, le da el doble de la golpiza recibida; rescata su cartera y toma una parte de lo que Pedro llevaba en la suya a modo de resarcimiento por el robo. Pedro ni corto ni perezoso le denuncia de robo.
Juan fue acusado de tomar la justicia por mano propia y de actuar con venganza.
La escena no es irreal, por el contrario ha sucedido y repetido varias veces en la historia cambiando a Juan y Pedro por otros actores, pero la sentencia ha sido siempre la misma: tomar la justicia por mano propia y actuar con venganza.”
El hecho es claro, las acciones demuestran con contundencia donde está situado el delito y la venganza acotada del agraviado; pero es la sociedad que antepone leyes que no contempla el último y que terminan excusando al agraviante. La justicia que debía ser una manera de poner coto a la venganza, pero a la vez cumplir con ella, ha beneficiado a quién no debía por lo que se ha llamado un tecnicismo. Al fin la justicia se ha vuelto en contra de su propia naturaleza y deja de ser tal, al menos para quién le correspondía bajo la luz de los acontecimientos.
¿Cómo podemos entender este caso sin dejar de creer en el sistema que la sociedad ha impuesto?
Si bien, en las leyes está explicitado que el agraviado debió haber acudido a la policía (o la justicia) para que se actuara de acuerdo a las leyes, poco se hubiese recuperado y nada se hubiese logrado en beneficio propio, porque es sabido que en un robo menor la posibilidad de resarcimiento es prácticamente nula, y la pena al ladrón no pasa de una noche entre rejas (cuanto mucho). Pero si vamos a la emoción pasional por la que pasa Juan y la posterior frustración, justifica que la justicia no exista al menos en la manera en que actúa actualmente. La venganza primitiva es más eficaz en tal caso.



Veamos un caso de culpable falso:
“Recientemente ha habido cierto revuelo cuando se ha conocido que un mendigo gaditano, Rafael R, estuvo en prisión durante trece años por unos delitos que no cometió. Los hechos tuvieron lugar en el Puerto de Santamaría donde sucedieron varias agresiones sexuales a mujeres. La primera violación ocurrió en julio de 1995, pero fue en agosto cuando una nueva víctima, de 18 años, regresaba a su casa de El Puerto de Santa maría de madrugada en un ciclomotor. Unas piedras colocadas en su camino le hicieron frenar y entonces cayeron sobre ella dos encapuchados vestidos con chándal oscuro y zapatillas que le obligaron a punta de navajas a ir a un bosque. Según la víctima, “uno de ellos era gordo y barrigón, con la cara suave y problemas de erección”. El otro era más alto y delgado. Tras atarla sus agresores la violaron durante varias horas. Pero en un descuido arañó a uno de sus agresores y le quitó parcialmente la capucha, pudiendo ver su mirada y que “tenía un defecto muy peculiar en la vista”. Este detalle llevó posteriormente a detener a Rafael R., un joven toxicómano y mendigo conocido de la policía con un problema de estrabismo. A la víctima le enseñaron varias fotografías de los álbumes policiales en las que solo Rafael aparecía con un defecto en la vista. La víctima lo reconoció, tanto como en rueda, y creyó reconocer también su voz. Rafael ingresó en prisión acusado de esta y otras cuatro violaciones. Pero como en otros casos, hasta siete nuevas agresiones sexuales entre enero de 1997 y junio de 1999 se cometieron mientras Rafael estaba en prisión. En 2000 el Instituto Nacional de Toxicología tras revisar las pruebas de ADN concluyó que los restos de sangre y semen no eran de Rafael. En junio de 2007, un hombre llamado Fernando P. fue detenido. Su perfil genético coincidía con el hallado en el caso por el que Rafael fue condenado. Fernando es bajo, gordo, tiene un ojo más grande que otro y la mirada hundida (quizás la mirada que recordaba la víctima). El compañero de de agresiones de Fernando también fue identificado, estaba en la cárcel por agredir sexualmente a una hija, Juan B., es alto, moreno y con bigote (tal como lo recordaban algunas víctimas) y su ADN coincidía con una de las violaciones.” (Texto copiado del blog: falsoculpable.blogspot.com.es de la Universidad Complutense de Madrid)
Aquí la víctima o víctimas, tras una agresión que impone un paso traumático y difícil de soportar en el recuerdo para que este sea fiable (recordemos que nuestro cerebro mantiene activo un sistema de protección que hace que olvidemos aquello que supera el umbral de dolor, de modo que todo cuanto puede ser de índole traumático se vuelva fragmentario y difuso), tienen la obligación de identificar voces, rostros, vestimentas, lugares, acciones, procederes, lenguajes, olores, tacto, todo lo que llega como parte de los estímulos externos y que serán sin dudas los primeros en ser negados por el sistema de protección de la memoria. Tal obligación no solo es por parte de quienes deben investigar, sino de la misma víctima que buscará satisfacer en algún momento y de alguna manera a la venganza.



Y no seamos inocentes, será encontrar el medio de vengarse la única manera en que superará el trauma que la situación le ha ocasionado.
¿Es tal vez la pasión de la venganza es lo que lleva a la confusión y a ver cuanto antes a “alguien” acusado, ajusticiado, condenado, sin importar tanto lo fiable que pudo ser el reconocimiento del agresor, prevaleciendo la emoción sobre la lógica?
Me pregunto,
¿Qué sintió la víctima de la violación tras haber falsamente reconocido a Rafael R. como su violador?
¿Se sintió aliviada?
¿Pensó que se había cerrado un capítulo?
¿Que podía volver a su rutina, pues su trauma estaba sellado y la herida sanada?
¿Se quitó un peso, una responsabilidad encerrando a un violador, aunque no estuviese en un 100% segura?
¿No tuvo dudas posteriores a la condena, no hubo remordimiento?
Considero que la pasión de la venganza tapa muchas otros puntos de vista que pueden ser vitales en el momento de elaborar un juicio certero, pero por eso solo no es mala, ni indeseable.
Si, pienso que tras leer estos y otros muchos casos, la pasional venganza debería ser retenida en la misma persona y que deberíamos ya haber aprendido a dominarle, sin la necesidad de un sistema de leyes que no la interpretan como es realmente; que no podrán de ninguna manera conceptualizar, legislar, acotar y marcar un camino a una emoción primitiva. Solo el ser humano tiene la capacidad de sometimiento para ello, aunque lo que exprese parezca una utopía.
Quizás sería más fácil si supeditásemos la justicia a la emoción vengativa, y esta fuese dominada por la ética personal; y cuando esto faltase, hubiese un sabio, un filósofo, un entendido en el alma humana que mediara entre la víctima y el sistema de justicia y no un grupo de psicólogos, policías con hábiles interrogatorios, suspicacias personales y demás cuestiones personales que contaminasen el delito.
¿Qué es utopía pura?
Puede ser……




En La República, Platón describe la sociedad ideal en diálogo con el Maestro Sócrates y ve en ella que los gobernantes deberían ser estudiosos de la filosofía o filósofos, porque ellos son quienes pueden entender a las personas y a la vez al estado, no dejando que este último llegue a ser más importante que las primeras.
Si ellos lo pensaron hace siglos, es porque está en el ser humano la idea plantada, solo falta que se deje de lado aquello por lo que se ha buscado un camino equivocado: el poder personal.
Pero aún así, ¿serían ellos lo suficientemente ecuánimes como para que la venganza cumpliese con su cometido y a la vez se le enseñase al ser humano a dominarle?
¿Es deber de un líder instruir a su pueblo en estas cosas tan ligadas a su yo interior, a pesar que sin lugar a dudas estas influyan sobre la calidad de la moral popular?
La iglesia, fuese el que fuese el dogma elegido, debió haberlo hecho; enseñar el dominio de emociones que elevan al ser humano.  Sin embargo no lo han logrado y el medio que escogieron para la enseñanza fue completamente equivocado: EL MIEDO.
Miedo y Culpa, dos hermanos con lo que se quiso adoctrinar en lugar de enseñar.
Solo aumentaron la dosis hormonal para que la búsqueda se complicara, ramificando la justicia que quería suplir a la venganza.

Si comprendo la venganza como una emoción que debo dominar, veo un futuro promisorio para mi vida; si dejo las cosas como están temo tener en mi interior un conflicto con el que renegar de modo irresoluto; uno más para la lista.
En la justicia no puedo apoyarme, ya que está visto que cuando el ser humano trata de acomodar algo, lo complica y termina destruyendo a su paso todo cuanto puede.
Las teorías de los viejos sabios son para adornar la historia y los dogmas solo tienen como objetivo el sometimiento del hombre por el hombre.
Solo me queda desplegar las alas, remontar lo más alto que pueda y situarme en el risco desde donde pueda seguir observando. Lo siento, pero no veo solución.




Comentarios

Entradas populares de este blog

Voltaire y la Masonería

Parábola del Ermitaño

La Palabra Hiriente: el Insulto

OCLOCRACIA O EL PODER DEL VULGO ESTÚPIDO.

La Trampa de la Esperanza

Mente, Corazón y Espíritu. Buscando el Alma.

Las enseñanzas de Epicuro